Historia del té, una bebida china
El té es una de las bebidas más consumidas en todo el mundo. Tras esta infusión se esconde una fascinante historia.
Origen chino
Según la leyenda china, el emperador Shen Nung (erudito y herbolario, que por razones de higiene sólo bebía agua hervida), descubrió las propiedades beneficiosas del té, un día del año 2737 A.C., mientras descansaba junto a un árbol de té silvestre, y de pronto una ligera brisa agitó las ramas, con tan buena fortuna que, algunas hojas fueron a caer en el agua que hervía. La infusión resultante le pareció deliciosamente refrescante y reconstituyente, y así fue como se "descubrió" esta bebida milenaria.
Hasta el siglo III A.C., no existió ninguna referencia escrita acerca de la hoja de té, hasta que un famoso cirujano chino la recomendó para aumentar la capacidad de concentración, y un general escribió a su sobrino para pedirle que le enviase "té auténtico", porque se sentía anciano y deprimido.
Hasta el siglo III D.C., la infusión se preparaba como medicina o tónico, con hojas verdes tiernas de árboles de té silvestre.
Para ajustar la oferta a una demanda creciente, y garantizar una cosecha regular, los granjeros empezaron a cultivar arbustos de té en sus pequeñas propiedades, y se fue desarrollando un sistema de desecación y fabricación.
La popularidad del té creció rápidamente en China durante los siglos IV y V, y se establecieron nuevas plantaciones en el valle del río Changjiang. El té se entregaba como presente a los emperadores; empezó a encontrarse en tabernas, tiendas de vino y posadas.
Existen documentos que demuestran que en el año 476 D.C., se utilizaban pastillas prensadas, elaboradas con hojas verdes de té hervidas al vapor, como trueque en las relaciones comerciales con los turcos.
Los comerciantes de té se enriquecieron, y los alfareros, plateros y herreros, comenzaron a fabricar elegantes artículos para beber té, que constituían un indicador de la riqueza, y del nivel social de los propietarios.
A partir del siglo VIII D.C., el seguimiento de la historia del té, se convierte en algo más sencillo, pues el té adquirió su propio ideograma (pronunciado cha).
Se suele afirmar que la "edad de oro" del té, corresponde a la época de la dinastía Tang (618 a 906 D.C.). El té ya no era sólo un tónico medicinal, sino que se bebía tanto por sus propiedades reconstituyentes como por placer.
El proceso de preparar y servir la infusión, se fue convirtiendo en una elaborada ceremonia, mientras que el cultivo y el procesamiento de la hoja, estaban estrictamente controlados por una serie de normas: tanto las personas encargadas de la recolección, el momento y modo de prepararlo, la manera de manipular las hojas recién recogidas, así como la higiene personal y la dieta de las jóvenes recolectoras. El ajo, las cebollas y las especias fuertes estaban prohibidos, para evitar que el aroma impregnado en los dedos, contaminase las delicadas hojas. Durante este período, el té adquirió tal importancia, que un grupo de comerciantes encargaron al escritor Lu Yu (733-804 D.C.), que compilase el primer libro sobre el té. Su "Cha Chang", conocido como "El Clásico del Té", describe los orígenes y las características de la planta, las diferentes variedades, el procesamiento de la hoja y los utensilios necesarios, la preparación de la infusión, los diferentes accesorios, la calidad del agua en diferentes áreas, las propiedades medicinales del té y las tradiciones que rodean su consumo.
En la época de la dinastía Tang, las hojas tiernas recolectadas se hervían al vapor, se machacaban y después se mezclaban con zumo de ciruela, hasta obtener una pasta compacta que se introducía en moldes, donde se prensaba para formar una especie de pastillas que se horneaban hasta quedar secas. Para preparar una infusión, se tostaba la pastilla hasta ablandarla, para poder triturarla, y se hervía el polvo resultante. En algunas regiones se añadía sal, lo que dejaba un regusto amargo. Pero los sabores más habituales se obtenían añadiendo al agua cebollas dulces, jengibre, cáscara de naranja, clavos o menta, antes de hervirla con el té, o bien después.
Más tarde, bajo la dinastía Song (960-1269 D.C.), la pastilla de té prensado se molía, hasta obtener un polvo muy fino que se removía en agua hirviendo, a fin de producir un líquido espumoso. Luego de beber la primera taza, se añadía más agua hirviendo al té en polvo, se batía de nuevo y se bebía. Este proceso se repetía hasta siete veces con el mismo té. En esa época, se utilizaban aromas sutiles como los de aceites esenciales de jazmín, de loto y de crisantemo.
Más tarde, bajo la dinastía Song (960-1269 D.C.), la pastilla de té prensado se molía, hasta obtener un polvo muy fino que se removía en agua hirviendo, a fin de producir un líquido espumoso. Luego de beber la primera taza, se añadía más agua hirviendo al té en polvo, se batía de nuevo y se bebía. Este proceso se repetía hasta siete veces con el mismo té. En esa época, se utilizaban aromas sutiles como los de aceites esenciales de jazmín, de loto y de crisantemo.
Hasta la dinastía Ming (1368-1644 D.C.), en China sólo se producía té verde. El té prensado de los imperios anteriores se conservaba bien, y podía transportarse en buen estado a lugares remotos. En cambio, el té Ming, se comercializaba en hojas sueltas, hervidas al vapor y desecadas, por lo que en poco tiempo perdía su aroma. A medida que se intensificaba el comercio internacional, y se hacía preciso que el té conservase sus propiedades durante largos viajes, los cultivadores chinos desarrollaron dos nuevos tipos de té: el negro y el aromatizado con flores.
Todos los tés tienen su origen en las hojas verdes del arbusto de té. Los productores Ming, descubrieron que podían conservar las hojas, dejándolas fermentar hasta que adoptasen un color rojizo, y horneándolas después, para detener el proceso natural de descomposición.
De China a Japón
En la historia de Japón, consta que en el año 729 D.C., el emperador Shomu, sirvió té a cien monjes budistas en su palacio. Puesto que entonces no se cultivaba té en Japón, las hojas procesadas debían de provenir de China.
Se cree que las primeras semillas para cultivo las llevó Dengyo Daishi, un monje que estuvo estudiando en China durante dos años, del 803 al 805 D.C., y que a su regreso las plantó en tierras del monasterio. Cinco años después, sirvió una infusión al emperador Saga, a quien le gustó tanto, que ordenó que se cultivase té en cinco provincias cercanas a la capital.
Entre finales del siglo IX y el siglo XI, las relaciones entre China y Japón se deterioraron, con lo que el té dejó de ser apreciado y consumido en la Corte, por tratarse de un producto chino. No obstante, los monjes budistas japoneses continuaron bebiendo té para mantenerse despiertos, y concentrarse durante los períodos de meditación.
A principios del siglo XII, la situación entre las dos naciones mejoró, y un monje japonés llamado Eisai, fue el primero en visitar China. De regreso trajo más semillas de té, y la nueva costumbre china de beber té verde en polvo.
El consumo de té y las creencias budistas fueron evolucionando de manera paralela y, mientras los rituales asociados con el té en la antigua China desaparecieron, los japoneses desarrollaron una ceremonia compleja y única. La ceremonia, que puede durar hasta cuatro horas, se suele celebrar en casa, en una habitación especial, destinada a tal efecto, o en lo que se conoce como una casa de té.
El té llega a Europa
No se sabe a ciencia cierta si fueron los holandeses o los portugueses los que trajeron el primer té a Europa, a principios del siglo XVII, ya que en aquella época, ambas naciones mantenían relaciones comerciales con China; los portugueses desde una base en Macao, en el continente, y los holandeses desde la isla de Java.
En un principio se comerciaba con sedas, brocados y especias, pero muy pronto el té se incluyó en los cargamentos. Los portugueses desembarcaron los tés de China en Lisboa y, desde allí, la Compañía Holandesa de las Indias Orientales transportaba los productos a Holanda, Francia y los puertos bálticos.
Desde 1610, los holandeses traían sobre todo tés de Japón, pero desde 1637, los directores de la compañía, escribieron a su gobernador general: "Dado que la gente comienza a consumir té, esperamos algunos tarros de tés de China y Japón en cada barco".
En Holanda, la popularidad del té creció entre todas las clases sociales, y las compañías holandesas reexportaban suministros a Italia, Francia, Alemania y Portugal.
Aunque los franceses y los alemanes mostraron cierto interés por el té cuando llegó a Europa, nunca lo asimilaron como bebida cotidiana, con excepción de Frisia Oriental (norte de Alemania), y de las clases más elevadas de Francia.
A finales del siglo XVII, el café se había convertido en la bebida más popular en Alemania y en Francia, y el mercado del té sólo crecía en Rusia e Inglaterra.
El primer té que llegó a Rusia, fue un regalo de los chinos al zar Alexis, en 1618. Un acuerdo comercial firmado en 1689, marcó el inicio de un tráfico regular; caravanas de 200 a 300 camellos avanzaban hacia Usk Kayakhta, en la frontera, cargados con pieles que se trocaban por té. Cada camello transportaba cuatro cajas de té (unos 270 kg), por lo que la vuelta a Moscú era lenta; así, entre el cultivador chino y el consumidor ruso, pasaban de 16 a 18 meses.
Hasta principios del siglo XVIII, el té negro ahumado preferido por los rusos (mezcla aún vendida por muchas compañías de té con el nombre de Russian Caravan), era costoso, y su consumo se limitaba a los aristócratas. Pero la oferta fue aumentando, y en 1796, los rusos bebían en un año el té cargado por 6000 camellos. Las caravanas existieron hasta la puesta en marcha del ferrocarril transiberiano en 1903, lo que permitió que los tés de China llegasen a Rusia en sólo una semana.
Gran Bretaña descubre el té
Sin lugar a dudas, algunos británicos (realeza, aristócratas y comerciantes), ya habían oído hablar del té, o incluso tal vez ya lo habían probado mucho antes de la primera fecha documentada de su aparición en Londres, en 1658. Thomas Garraway, un comerciante propietario de una tienda situada en la ciudad de Londres, fue el primero en anunciar el nuevo producto de venta por subasta. Su anuncio, publicado en la edición del 23 al 30 de Setiembre de 1658 del periódico semanal londinense Mercurius Politicus reza: "La excelente bebida de China, aprobada por todos los médicos, y llamada Tcha por los chinos, Tay por otras naciones, o más conocida como té, de venta en Sultaness Head, café situado en Sweetings Rebts, cerca del Royal Exchange, Londres". El destino del té en Gran Bretaña, adoptó un giro afortunado en el año 1662, cuando el Rey Carlos II, se casó con la princesa portuguesa Catalina de Braganza. La nueva reina era una consumidora de té desde mucho antes de su boda, y trajo con ella, como parte de su dote, una caja de té de China. Empezó a servirlo entre sus amistades de la aristocracia en la Corte, y comenzaron a extenderse los comentarios sobre esa nueva bebida. Cada vez más personas deseaban probarla, pero dado su alto precio, sólo podían permitírselo los ricos que querían estar a la moda.
Las damas disfrutaban del té en casa, mientras los caballeros solían beberlo en los cafés, que se habían integrado en la vida de la ciudad desde la década de 1650.
En 1706, Thomas Twining, fundador de una famosa compañía de té, abrió la misma cerca de Strand, fuera de las murallas de la antigua ciudad de Londres. Muy pronto se hizo famoso por vender sólo té de hojas sueltas, y por servir tanto a hombres como a mujeres (se había prohibido a las mujeres la entrada en los cafés).
El elevado costo del té, se debía a los altos impuestos con los que Carlos II había gravado varios artículos de consumo habitual (café, té, chocolate, etc.).
En 1689, el té más barato costaba 7 chelines la libra, casi el salario semanal de un trabajador medio. Sin embargo, existía una importante demanda desde todas las clases sociales, lo que originó un creciente mercado negro, que importaba té de contrabando desde Holanda. Las cantidades de producto genuino eran limitadas, por lo que para poder obtener los máximos beneficios, a menudo se adulteraba el té con otras hojas (generalmente regaliz y endrino). Las hojas usadas se secaban y teñían con melaza o arcilla, y las hojas de fresno se secaban y horneaban, se pisoteaban, se tamizaban y se remojaban con excrementos de oveja.
Durante el siglo XVIII, el té se convirtió en la bebida más popular de Gran Bretaña, llegando a sustituir a la cerveza y a la ginebra. El consumo aumentó de unas 30 toneladas en 1701, a más de 2200 en 1781, y una espectacular reducción de impuestos en 1784 provocó un incremento masivo hasta alcanzar un total de 6793 toneladas en 1791.
Los londinenses bebían té en casa y en las terrazas de los "jardines de té", que se habían puesto de moda en la capital británica. Los cafés habían cerrado a principios del siglo XVIII, y en su lugar aparecieron numerosas terrazas de recreo en las afueras de Londres, a las que acudía gente de toda condición y clase social, incluida la realeza, para tomar el aire, beber té y disfrutar de entretenimientos diversos. Los más famosos ofrecían conciertos, fuegos artificiales, espectáculos de luces, carreras de caballos, juegos de mesa o de bolos, paseos en barca y bailes con orquesta entre senderos bordeados con flores, además de té y otros refrigerios.
Y desde esa fecha a nuestros días, el té se ha popularizado tanto en Europa como en las Américas.
¿Gusta una tacita de té?
¡Gusta la tácita de té!
ResponderBorrarUna entrada muy explicativa de esta planta.Se agradece tanta información
Saludos
¡Qué bueno, Felipe!.
ResponderBorrarAunque es un poco largo el artículo, me alegro de que te haya parecido interesante.
Gracias por visitarme.
¡Besos!.
Hola, llegué a tu espacio buscando casas antigüas holandesas.Y me encuentro con esta información completa sobre el té.Bebida que amo desde pequeñay junto a mi familia lo hacemos un ritual.Gracias por compartir la información.
ResponderBorrarEste blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
ResponderBorrarHola Luisa.
ResponderBorrarDisculpa la tardanza de la respuesta. No había visto tu comentario.
Me alegro de que la información te haya resultado interesante. A mí también me gusta mucho el té, y como ves es una bebida muy especial, que esconde una interesante historia.
Gracias por compartir tu opinión.
Cuando gustes eres bienvenida.
¡Saludos!.