Tres hermosos textos de Galeano (un gran escritor uruguayo)
Eduardo Hughes Galeano (Montevideo, 3 de Septiembre de 1940): periodista y escritor uruguayo.
Una de las personalidades más destacadas de la Literatura Latinoamericana.
Tres hermosas reflexiones para disfrutar sin prisas
Preguntitas
¿Cuántas veces he sido un dictador?; ¿cuántas veces un inquisidor, un censor, un carcelero?
¿Cuántas veces he prohibido, a quienes más quería, la libertad y la palabra?
¿De cuántas personas me he sentido dueño?; ¿a cuántas he condenado porque cometieron el delito de no ser yo?
¿No es la propiedad privada de las personas, más repugnante que la propiedad de las cosas?
¿A cuánta gente usé, yo que me creía tan al margen de la sociedad de consumo?
¿No he deseado o celebrado, secretamente, la derrota de otros, yo que en voz alta me cargaba con el valor del éxito?
¿Quién no reproduce, dentro de sí, al mundo que lo genera?
¿Quién está a salvo de confundir a su hermano con un rival y a la mujer que ama con la propia sombra?
Mujer que dice chau
Me llevo un paquete vacío y arrugado de cigarrillos Republicana y una revista vieja que dejaste aquí. Me llevo los dos boletos últimos del ferrocarril. Me llevo una servilleta de papel con una cara mía que habías dibujado, de mi boca sale un globito con palabras, las palabras dicen cosas cómicas. También llevo una hoja de acacia recogida en la calle, la otra noche, cuando caminábamos separados por la gente. Y otra hoja, petrificada, blanca, que tiene un agujerito como ventana, y la ventana estaba velada por el agua y yo soplé y te vi, y ese fue el día en que empezó la suerte.
Me llevo el gusto del vino en la boca. (Por todas las cosas buenas, decíamos, todas las cosas cada vez mejores que nos van a pasar).
No me llevo ni una sola gota de veneno. Me llevo los besos cuando te ibas (no estaba nunca dormida, nunca). Y un asombro por todo esto, que ninguna carta, ninguna explicación, puede decir a nadie lo que ha sido.
El mar
Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla.
Viajaron al sur.
Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.
Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura.
Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:
-¡Ayúdame a mirar!.
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